sábado, 20 de agosto de 2016

Tus hijos no son tus hijos...


Cuando era pequeña y mis padres tenían la consulta en casa, yo me ocupaba de leer todos los carteles que tenían en las paredes. Uno de ellos lo tenía aprendido casi como un rezo. "Tus hijos no son tus hijos...son los hijos de la vida". No entendía esas frases pero resonaron en mi cerebro desde entonces. Me parecían bonitas y ya está. 

21 años después del nacimiento de mi primera hija, entiendo por fin la magnitud de estas palabras. Duelen como espadas. ¿Dónde se ha ido la vida, el tiempo...? ¿Por qué no fui capaz de dar más amor, más abrazos...¿ Por qué no fui capaz de hacerme absolutamente merecedora de su confianza? ¿Por qué soñé tanto con momentos y estampas que nunca llegaron...que idealicé sin pensar que esa niña no era, no soy yo? 

Mi hija es una adulta ya. Con una historia propia. Siento que no puedo alcanzarla. Ella decide su vida. Tiene sus propios deseos. Sus propios pensamientos (que rara vez coinciden con los míos). Es una mujer sana, hermosa, inteligente y con unos valores inquebrantables. Y no... no me siento responsable de esto. Al revés. Me asombra que a pesar de MÍ sea la mujer que es. 

Anoche lloré en los brazos de mi amiga esta certeza. Solo alguien que tiene hijos de esta edad podrá comprender cómo me siento... Ya no hay nada que pueda hacer si no se hizo. Los años no vuelven.

Hija. Te me has escapado como arena entre los dedos. Por fin he entendido que no me perteneces. Que nunca me perteneciste. Que ese espejismo de tener hijos es solo eso: fantasía


Tus hijos no son tus hijos            
Son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.


Kahlil Gibran

miércoles, 3 de agosto de 2016

Mi Santo


La primera vez que escuché decir “mi santo” para referirse  a la pareja de una, me pareció una exageración. Era una amiga centroamericana que hablaba sin parar y a mil por hora. Sus relatos, con su santo de protagonista, me parecían divertidos e histriónicos.

Años después, cuando la vida me dejó toparme con el mío, sentí que el sobrenombre le iba como anillo al dedo… me lo callé porque pensé que era el enamoramiento que me cegaba y que pronto “la realidad” saldría a la luz y sería un hombre normalito, como tantos con los que me había cruzado. Pero ahora,  incluso son mis amigas las que se refieren a él de esa forma. “Es que es un santo”. Y yo les digo medio en broma (aunque me lo estoy pensando), que si de verdad lo piensan, voy a ponerle un altar en la casa nueva con una hucha para las dádivas. Nos vamos a forrar.

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, escucho de fondo el sonido de las risas –y peleas- de mis hijos jugando en el jardín y el taladro con el que mi chico le está dando forma a mis ideas.  Él es así.
Bajo a verle y ahí está, ya que pinta, que pica, que mide… ¿Amor, esto te gusta así? ¿Y si ponemos un cristal para que deje pasar la luz?  (Nunca me llama por mi nombre, de tal forma que cuando me dice “Claudia” me suena a que no me llamo así).  Y yo, cual experta en el tema debato y decido los cambios. Pero en realidad no sé nada, solo he bajado a verle. Como si tuviera quince años.

Van pasando los años y me es inevitable sentirme cada día más enamorada, sentir cada día más admiración y respeto por él. Por el ser humano increíble que es, por cada uno de los “te quieros” que me deja desparramados por la casa con sus acciones, como levantarse sin hacer ruido nunca y vestirse en la ducha para no despertarme, o salir de la cama a las 7 de la mañana un día de vacaciones, como hoy, para adelantar la obra en la que le he metido, una vez más.

Él, sinónimo de abnegación y templanza. Es reservado, tranquilo, paciente…  el complemento perfecto para quien, como yo, no tiene esas virtudes.  Y al mismo tiempo, igual de apasionado, práctico, terrenal y simple que yo.  ¡Y nos peleamos! ¡Por supuesto!  A diario también. Pero nuestras broncas son tan domésticas y claras que es muy sencillo olvidarlas. Nos vamos a la cama siempre en paz, en un pacto no formulado nunca, y dormimos como cucharas aunque estemos a 39 grados.

El otro día mientras íbamos en coche, le leí un artículo de El País sobre las bases del amor. Era un artículo simple pero con el que estuvimos ambos de acuerdo y debatimos lárgamente. Aunque el amor es mucho más complejo, estoy absolutamente convencida de que el respeto y la admiración debe ser mutua para seguir construyendo y encontrando en el otro la chispa (todas las chispas). Y yo me siento profundamente amada.

No cuento todo esto por ñoña. Es que hace dos días llamó mi suegra. Es una mujer pequeñita y morena, que como él, no hace ruido.  Aunque ya está jubilada, dedicó su vida a formar grupos de mujeres, a liderar espacios para madres (llamados allí “clubes de madres”), premiada hace unos años por su trabajo en ese campo como concejala. Matrona,  madre de cuatro de los que tres nacieron en su casa, ha tenido una vida muy activa en torno la participación de las mujeres en su comunidad.  De esa madre, este hijo. Y de su padre. Hombre amable y educadísimo que no solo apoyó a mi suegra en cuanto proyecto ideó, sino que fue por sí mismo gran autodidacta, líder en su pueblo y muy reconocido y querido por todos.

Hablé con ella unos minutos, recordando a mi queridísimo suegro que murió hace 6 años en estas fechas. Le contaba cómo, al despedirnos antes de subir al avión, me dijo: “Cuida de H. Te estás llevando al mejor de mis hijos”.  

Y ella contestó: Sí… mi hijo es extraordinario.


Señora. Solo quería contestarle como el asunto merecía.  Creo que se ha quedado usted corta.  
Pero como mínimo, extraordinario. Sí. 

lunes, 1 de agosto de 2016

Los pobres de la lactancia - LACTA21

La última semana de junio tuve la oportunidad de asistir como ponente al Congreso Lacta21. Allí se reunieron profesionales sanitarios y otra gente interesada en torno al tema tetil. Aquí un listado de los ponentes.

No voy a contar nada sobre las grandes conferencias que escuché, las propuestas y resúmenes del trabajo maravilloso que hacen muchos sanitarios cada uno en su parcela: pediatras, matronas, especialistas en ginecología, profesionales de la enfermería...  Escuché con mucho interés sus intervenciones. Se ha hablado de ello en otros blogs.

Un encuentro al que asistieron también IBCLC's, asesoras de lactancia, doulas que ya conocía y madres involucradas. Pocos o casi ningún hombre fuera de algún ponente y algún acompañante; hecho del que saco mi primera conclusión: La lactancia es solo de mujeres.  Solo esto ya es un dato... se sabe que a lo femenino se le da menos valor... Pero además, no todas las madres dan teta. Así que rectifico: La lactancia es solo de ALGUNAS mujeres.   No somos pues, un target goloso. Cuatro gatas.




Lo que quiero contar tiene que ver con otra cosa. Os quiero contar que en este congreso no solo no nos pagaron un duro por asistir (nos pagaron el billete y el hotel, en un polígono industrial muy lejos del lugar del congreso) sino que todos nos pagamos las comidas y el transporte diario del hotel al Palacio Baluarte. 

La primera noche, ya a las 23:00 hrs y sentada junto al gran Dr. Paricio y otras eminencias como Ricardo García de León (Jefe de servicio en Yecla) y del mundo del parto normal como Isabel Espiga, o Charo Quintana se nos ocurrió pedir algo para meternos a la tripa. No había nada... 
Ante nuestra insistencia nos prepararon un triste bocadillo de pan helado con jamón y queso. El Dr. Paricio reía divertido por lo cómico de la situación. Donde estábamos... y nuestra cena de lujo. "¿¿Qué pasa que no estamos en un hotel de cinco estrellas??" La razón la sabíamos todos: No hay marcas detrás de un congreso de lactancia.

Quien quiera que lea esto, por favor que no lo tome como una queja. Fue un orgullo sentarme en esa mesa y compartir ese pan. Ver con mis propios ojos a estos profesionales regalar su tiempo, sus conocimientos para que otros aprendan y sentirse felices de estar allí. ¡¡Qué gente increíble!! ¡¡Qué maravilla de personas!! NO TIENEN PRECIO. Literal. 

La lactancia no se compra. Esta es la clase de profesionales que las madres queremos. Esta es la gente que hace grande su profesión. Sencilla y ética. 

En este Congreso nos dieron agua del grifo (deliciosa, por cierto). No nos regalaron carpetas lujosas ni bolsas serigra-feadas con conocidas marcas. No nos dieron un pendrive con las ponencias de nadie. No había grandes stands regalando nada. 

Pero además, a este congreso asistimos los de siempre. Nos vemos la cara cada año; en cada lugar en el que se habla del tema. Nos saludamos a fuerza de encontrarnos en todos los sitios. Nos vamos poniendo cara porque somos siempre los mismos. Una veces de ponentes otras veces como inscritos. 

Cuento todo esto porque hoy empieza la Semana Mundial de la Lactancia Materna y ha coincidido con una noticia de vergüenza, pero que para nada nos causa sorpresa: 



¿Raro? Para nada. Ya en su momento hablé de este tema aquí, "fair play en pediatría" y aquí: "Por qué falla la lactancia"  en distintos años y momentos de mi vida. 

Y creo que nada cambiará. Somos nosotras, las madres, las que tenemos que hacer evidente y denunciar estas prácticas. Nadie más lo hará.  Que esto es un problema de salud pública y corrupción muy gordo. Que mientras se sigan aceptando regalitos y patrocinios, no estamos dejando la salud de nuestros hijos en las manos de estos profesionales, sino en las de las marcas a las que se han vendido. 

Aquí dejo un vídeo público con imágenes del último congreso de pediatría. No se parece en nada al que os contaba líneas arriba. Cuente usted cuántas marcas encuentra. Luego, vomite. 


#lactanciaXdinero 




Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...