miércoles, 12 de mayo de 2010

Nuestro cole, nuestras profes

Veo entrar en el colegio a una señora a quien todos hablan cariñosamente, se alegran de su llegada y le estampan besos a montón. Las madres de los pequeños miramos con un poco de curiosidad a la visita que se encuentra como “pedro por su casa”, saludando a unas y a otras con efusividad. De repente, una de las madres se percata de su presencia y se echa literalmente a sus brazos, le da un abrazo inmenso; le llena de besos.

Una de nosotras comenta: es que ella (refiriéndose a la mamá) es ex-alumna del cole y la otra señora fue su profesora. Entendimos todos inmediatamente tanto cariño. Es que es una profe del cole. De nuestro cole.

No es una casualidad. Es una característica de todas las maestras (y del profe de deportes, que no quiero olvidarme de él...) ser queridas por los niños. Estar llenas de besos pringados de mermelada y manitas sucias que abrazan y ofrecen piedritas y hojas de regalo. Son como madrecitas omnipresentes y por eso los niños conocen a sus profes y a las que todavía no lo son.

Los niños les quieren. Quieren a su colegio y están a gusto. Mamás y papás, también. Muchos nos quedamos a esperar que caiga la tarde (si hace bueno no dan ganas de irse nunca) mientras los hijitos juegan. Si hay un accidente y nos llega una pelota voladora se escucha: Ay perdona; te has hecho daño? y te dan un beso y todo. Niños de otro mundo que saben decir “no me gusta”, “perdona”, “gracias”, “no pasa nada”.

Las maestras nos reciben cariñosas todas las mañanas. Besos, achuchones varios. Hay para todos; incluso para las mamás, cuando estamos tristes o si tenemos una alegría para contar. Desde mi perspectiva, veo que el truco es simple: Son maestras con una vocación inmensa, con verdadero amor a su labor. Pero además, trabajan en libertad o al menos, así lo siento.

No sé cuál es la forma de “reclutar” personal, pero todas llevan allí años de años, aunque parezcan niñas pequeñas, con su estilo moderno y desenfadado. Me imagino la entrevista de trabajo: ¿color favorito? (el de nuestra profe de este año es el amarillo, lo sé), ¿le gustan las chuches de fresa? ¿Límite de abrazos y besos que puedes dar/recibir? Y si no, ¿de qué otra forma se mide la ilusión y el compromiso con la infancia? Viene tatuado. Todo lo demás se puede aprender sobre la marcha.

Es un remanso de paz. Un lugar para sentirse en libertad y aprender respeto a los derechos de los otros. No se pega, no se ofende. Se aprende de verdad. Aprendemos también los padres: a ser menos exigentes; a no esperar que los hijitos sepan física cuántica e inglés de negocios. Lo importante es invisible, invisible, invisible… Nos enseñan a verles con los mismos ojos. Son niños… dura tan poco la infancia!

Es primavera. Leones y Tigres disfrutan del patio pequeño, de ver a las hormigas subir a la hierba, de jugar con las cajas de plástico y los neumáticos negros. Los mayores juegan a la pelota, a la comba, a la rayuela y a pillarse. Se cuentan cuentos unos a otros. Todos salen de allí con las mejillas coloradas y el pelo alborotado. Las madres charlan... nos da el sol. Me siento parte de todo esto.

De repente escucho un llanto. ¿Qué pasa? No ha pasado nada... es un niño, que como los otros, hoy tampoco se quiere ir.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Los monstruos de mi casa

Abrazo a Piojilla fuerte y le doy dos besos "brutos" mientras le digo: Ayyy mi cría.
Ella me mira muy seria y me dice: No soy cría, soy una persona.
Me deja muda. Pero intento explicarle. Que no pioji... las crías son los hijitos. Por ejemplo: los perritos tienen cachorros y se les llama crías y los gatitos...
Pero no me deja continuar. Lo tiene clarísimo. No soy un perrito. Soy una persona. Me dice otra vez.
Callo. Sabe quién es y no se amilana.

A veces a los adultos se nos olvida que los niños son personas. No son "mini personas" con derechos, los justitos. Son personas. En todo el sentido de la palabra. Personas frágiles a las que basta con muy poco para dañar y hacerles mal. Basta con muy poco para dejar un huella en su corazón y a veces, también en su cuerpo. Personas con una capacidad de amar tan inmensa, que perdonan todo y nos aman a pesar del mal que podamos causarles.

Hace poco leí que la carencia de afectividad causa muerte en las neuronas (1). ¡Qué afirmación más contundente! es decir, que no darles amor a nuestros hijos, racanear los besos y los abrazos, no hablar con ellos, no mimarles, no cogerles... les mata la imaginación, la creatividad, las ganas de hacer las cosas: La inteligencia.
Cuando nos quejamos de lo mal que va el mundo no pensamos en que gran parte de la culpa de la deshumanización del planeta, la tiene la falta de amor. Puede sonar a tópico, pero es un hecho absolutamente científico. Ya nadie se ocupa de los niños. Estamos siempre trabajando, empleando nuestro tiempo en querernos a nosotros mismos. Olvidamos que nuestras crías necesitan de nosotros de forma permanente y sin ningún tipo de condiciones. Se nos olvida amar. Se nos olvida amarles.

Muchos grupos y plataformas han hecho de esta causa -la protección de la infancia- su bandera. A propósito de esto, quiero compartir con todos un vídeo y una página web (ya puesta en favoritos de crianza: Los monstruos de mi casa) sobre una idea que me ha parecido magnífica. ¿Qué tal si todos los implicados nos uniéramos? ¿Qué tal si empezamos a hacer que este secreto a voces deje de estar silenciado? Basta ya de atropellos contra los niños. Basta de malos tratos, de abusos y de negligencias.
Vamos a echar de una vez por todas a los Monstruos de la casa.
http://www.monstruosdemicasa.com/
(como siempre, para quitar la música de fondo: ir hasta el final del blog y darle al stop)


Animación 2 de Fran Bravo from Quindrop on Vimeo.


(1) Boris Cyrulnik. Resiliencia

Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...